Teodoro, obrero de la construcción, solía salir de madrugada buscando una pizca de libertad, pero el extenuante trabajo lo aprisionaba y el beber cerveza fría en cantinas de sucia pero intrigante libertad le motivaba. Cada historia canera se disfrutaba como en un festival, las cañitas de vino acompañaban los ahogos provocados por el vivir. Teodoro ya no sueña, solo se alcoholiza y vive en un laberinto de vicios que hacen olvidar. Ya anciano observo su vida pasar por afuera de la cantina, en aquel lugar danzaba la esperanza y la muerte, la libertad y el individualismo, mientras “don” colectivo estaba luchando.
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