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El ALF y la radicalidad cotidiana

La radicalidad cotidiana es transformar la complacencia de tus actos acomodados a la norma impuesta por el sistema capitalista en un acto político responsable, en un sentido holístico e inmediato. En efecto, esto necesita de un tratamiento de raíz, a través de la inmediatez de tu decisión política directa, es decir, en tomar parte de tus asuntos (del tipo que sean) en primera persona, sin mediaciones ni concesiones.

Saltarse la mediación implica necesariamente romper la dependencia abstracta o ideológica de la insatisfacción recursiva (fetichismo de la mercancía), para luego, en el camino de la construcción de una ética propia, hacerte responsable de tus actos. Esto, dependiendo de tus valores y afectos, es ser capaces de cuestionar la norma política que esta detrás de las injusticias que promueve este sistema, y hacer algo al respecto, y no esperar que otros lo hagan por ti (la concesión, el contrato de tipo delegativo que es la democracia o la tiranía de la mayoría). En este mismo sentido, la capacidad de cuestionarte la norma política que da forma al contrato y la forma de relacionarnos con nosotros mismos y los demás seres con los que compartimos este planeta implica que de alguna u otra manera, y a medida que vas cuestionando las formas políticas de hacer sociedad, también, te vas dando cuenta de la injusticias, los dolores, y las aberraciones contenidas en esas formas impuestas por el sistema capitalista. Así, los afectos e intereses específicos y colectivos se van modificando, y la ética, esa que impusieron a sangre, como forma de sujeto irresponsable, va tomando una nueva forma. Pensamientos y actos se van conjugando en una actitud política del tipo «responsable» a la cual apelamos. La que descansaría en una ética sin duda critica, y es posible que con anhelos sobre igualdad.

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