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El ALF y la radicalidad cotidiana

La radicalidad cotidiana es transformar la complacencia de tus actos acomodados a la norma impuesta por el sistema capitalista en un acto político responsable, en un sentido holístico e inmediato. En efecto, esto necesita de un tratamiento de raíz, a través de la inmediatez de tu decisión política directa, es decir, en tomar parte de tus asuntos (del tipo que sean) en primera persona, sin mediaciones ni concesiones.

Saltarse la mediación implica necesariamente romper la dependencia abstracta o ideológica de la insatisfacción recursiva (fetichismo de la mercancía), para luego, en el camino de la construcción de una ética propia, hacerte responsable de tus actos. Esto, dependiendo de tus valores y afectos, es ser capaces de cuestionar la norma política que esta detrás de las injusticias que promueve este sistema, y hacer algo al respecto, y no esperar que otros lo hagan por ti (la concesión, el contrato de tipo delegativo que es la democracia o la tiranía de la mayoría). En este mismo sentido, la capacidad de cuestionarte la norma política que da forma al contrato y la forma de relacionarnos con nosotros mismos y los demás seres con los que compartimos este planeta implica que de alguna u otra manera, y a medida que vas cuestionando las formas políticas de hacer sociedad, también, te vas dando cuenta de la injusticias, los dolores, y las aberraciones contenidas en esas formas impuestas por el sistema capitalista. Así, los afectos e intereses específicos y colectivos se van modificando, y la ética, esa que impusieron a sangre, como forma de sujeto irresponsable, va tomando una nueva forma. Pensamientos y actos se van conjugando en una actitud política del tipo «responsable» a la cual apelamos. La que descansaría en una ética sin duda critica, y es posible que con anhelos sobre igualdad.

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NI ESTATAL NI PRIVADA – Educación libre y Autogestionada!

¿Será verdad eso que nos decían, eso de que si íbamos sin uniformes se evidenciarían las desigualdades sociales a través de nuestro vestir, y que por eso debíamos ir tod@s iguales?

Si partimos de la premisa que la sobreproducción material ha llevado a que tod@s puedan acceder a la mayoría de las prendas de vestir a un costo accesible (ya sea por la reutilización de las ropas – ferias – o bien una disminución de los precios por la gran producción de las grandes industrias). Existiría entonces una especie de «similitud» en la vestimenta.

Es por ello que comprendemos que la respuesta vendría por otro lado.

El uniforme más que una especie de silenciamiento a las desigualdades, existiría entonces como una identidad corporativa al igual que en las empresas con sus respectivos símbolos y frases. Como una especie de educación militarizada que construye un determinado sujeto, homogéneo y objetivo al interior de los establecimientos. Y que al mismo tiempo impide y limita el mostrarnos libremente a partir de la expresión corporal y de nuestras subjetividades (algo de por sí inherente al ser humano). El uniforme vendría a ser un claro ejemplo de cómo los patrones provenientes del estado se replican tanto en colegios municipales como privados. Esta situación no pertenece a un determinado sector social,
sino que traspasa las barreras de clases, presenciándose de forma general en la sociedad a partir de un tipo específico de educación; la educación estatal.

Cuando hablamos de educación estatal, no nos referimos a una distinción entre ‘lo privado’ y ‘lo estatal’; si comprendemos que la educación privada está regida por normas gubernamentales, donde tanto en la privada como en la municipal se enseñan contenidos estatales que son funcionales al mantenimiento del orden social y del sistema económico, sino de algo que nos preocupa quizás aún más; las bases en las que se sustenta el aprendizaje nacional.

Esas bases que mantienen una determinada forma de educar.

Entonces el problema radicaría fundamentalmente en la objetivación de la enseñanza donde no se permiten formas paralelas fuera del margen estatal, aquell@s que desean optar por otro tipo de enseñanza no caben dentro de la legitimidad social. No existe entonces, como plantea el discurso moderno, una real libertad de enseñanza, ya que toda la que existe es estatal. No se permite la existencia de escuelas paralelas al conocimiento del estado generando consigo el monopolio del conocimiento y de la verdad.

Sabemos que es imprescindible darle legitimidad social al conocimiento alternativo fuera del estado, que este último no impida la real libertad de enseñanza para aquellos que no quieren someter a sus hij@s a la imposición de un determinado tipo de educación. Se hace evidente que no existen escuelas alternativas (legítimas) ya que estas ponen en jaque y en duda la existencia del mismo estado.

Se hace imprescindible no pedir una educación estatal, porque es esta misma la que impide cualquier tipo de educación paralela y libre, aquella que serviría muchas veces para que la escuela se haga cargo de su propia realidad, para que exista una conexión real con las organizaciones de los barrios y así poder apropiarse del espacio que les pertenece.

Porque somos much@s quienes queremos la libertad del saber y del conocimiento.

No se trata de incluir a los excluidos a los tableros de control, sino de destruir esos tableros. Por la autogestión y apropiación de nuestras escuelas!

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No sé, juega tú ahí.

Yo creo que todos tenemos días más subversivos e inútiles que otros, que hay veces en que nos despertamos con ganas de quemar al mundo entero, otras en que queremos arreglarlo, pero siempre hay un sentimiento consistente, un sentimiento de libertad, de ganas de correr, de mandarlos a todos a la mierda, de ser yo, de crearme bajos mis límites y cánones, de ser quien en verdad quiero ser. Tal vez utilizo demasiado la «COMA» cuando escribo, es que en realidad es de la misma manera en la que hablo, sin topes, sin respiros, sin puntos, sin censuras, sin nervios. No es que nunca me suden las manos cuando hablo de ciertos temas, o con ciertas personas, es solo una corriente de la consciencia de la que me encanta que me ayude a escapar de vez en cuando, y de la que toda la vida me he sentido agradecida de tener.

Últimamente me he dado cuenta de que a mi alrededor le da miedo dejar hablar al inconsciente, y no es algo que se logre con una magia subliminal pachamámica, es sólo que al ser humano se le olvidó el meditar, el pensar en nada, dejar la mente en blanco y dejar que el cerebro se te llene de garabatos baratos y callejeros. Si en realidad, de que nos sirve tanto academicismo, tanto autor, tanto Weber, tanto Sartori, tanto Hobsbawm, de que nos sirven si cuando la vida nos mira desde arriba con ojos de odio no hacemos más que escapar a los brazos de la seguridad, de la institución, de la respuesta plasmada en la biblia o en la televisión, de las verdades ya aceptadas, de las condiciones impuestas por generaciones sin conciencia, de gente que no quería ver los árboles ni compartir con los animales. Puede ser que el asfalto me tenga un poco asfixiada, que no me haga ver la «realidad», de que en realidad estamos en otro siglo, otra época; de que estamos en el momento de lo instantáneo, de lo líquido y lo momentáneo.

Pero quien me dio a mí la opción de elegir, quien me hizo ver entre naturaleza y cemento, quien me puso entre el dinero y la comunidad, entre el amor institucional y entre el amor libre.?
Yo lo único que le pido a quienes vienen después de mi, a mis sobrinos, a los hijos de mis amigas y hasta mis propios
padres es que dejen de tener miedo, que se arranquen las cadenas coloniales, que sean libres. Que no le tengan miedo al cambio, al NO honor de las familias, a dejar de lado a los antepasados, a comenzar a elegir la vida a seguir, a elegir entre el pasto y la cerámica sin miedo al qué dirán. A dejar que los niños se ensucien y coman gusanos, a comenzar a hablar más estupideces, pero a leer más libros. A apagar más la televisión, pero a sacar más la guitarra. A cuestionarlo todo, a dar tu opinión, a gritar en la micro, a correr en el centro, querer alcanzar el auto que corre a mi lado, a querer compararse con el perro y hablar con el insecto, a vernos al espejo y querernos por quienes somos, no por quienes nos dijeron que fuéramos. A abrir los ojos y decir…que ahora estamos felices.

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¡A ti mujer!

¡A ti mujer me dirijo, a ti, tú que puedes con tus sentimientos más humanos impedir esa fiebre patrioteril que se desarrolla entre nuestros hijos, hermanos y compañeros, no per-mitamos que la cicuta de esa educación torpe y grosera dada en las escuelas, se infiltre en los cerebros infantiles de nuestros pequeñuelos;

Extirpemos esos fanatismos tradicionales de “patria” y de “raza” que modelan en esos virgos corazoncitos, para dar cabida a sentimientos más sublimes, más humanos; en-señémosles a amar, amar con frenesí; pero también enseñémosles a odiar, porque el odio engendra el amor, seres que no odian no saben amar; odiar, sí, a nuestros gober-nantes, a nuestros explotadores, amar a los humildes hijos del trabajo.

Mujeres, no seamos por más tiempo la esclava de la escoba y del delantal; aprendamos a ser fuertes, aprendamos a luchar, agitemos la tea lumínica de las sacras rebeldías y preparemos el advenimiento de la sociedad igualitaria, que nuestro es el porvenir.

Extracto de: Isolina Bórquez

Ediciones espíritu libertario