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Génesis y diversidad ácrata -Una historia sobre los anarquistas a comienzos del siglo XX-


El Presente ensayo tiene dos objetivos principales. El primero de ellos, es plantear las tesis acerca de la génesis del anarquismo en Chile, para ello revisaremos principalmente las tesis de los representantes de la historiografía marxista clásica, y de aquellos que hayan incursionado en la literatura ácrata, como los casos de Felipe Solar junto a Cristián Pérez y Sergio Grez.
Nuestro segundo objetivo tiene relación con dar cuenta acerca de la existencia de los “anarquismos”, tomando como casos de estudio dos ejemplos. Por un lado a los representantes anarcos del movimiento obrero ilustrado, es decir, aquellos anarcos más comprometidos con la ilustración del mundo popular; y por otro lado tomando los casos de dos anarcos-individualistas, que optaron por emplear la acción directa, es decir, la violencia contra representantes de la burguesía.
Sin duda no hay un consenso historiográfico sobre el anarquismo en Chile. Las tesis sobre se aparición, prácticas, desarrollo e ideas no siguen un patrón común, sino que se contradicen las unas con las otras. Así por ejemplo Jaime Massardo, en su libro sobre formación del imaginario político de Luis Emilio Recabarren, nos señala que el anarquismo habría tenido “una primera manifestación verificable en el lado oeste de los Andes puede situarse en 1893, con la aparición del periódico El Oprimido, en Santiago y en Valparaíso.” (1) Por otro lado, Felipe Solar y Cristián Pérez, más que señalar un año exacto sobre la aparición del anarquismo en Chile, nos plantean un periodo, “lo cierto es que el anarquismo llegó a Chile en un ambiente propicio, como lo fue la explosión de la cuestión social y la formación temprana de agrupaciones obreras combativas, principalmente las sociedades de resistencia y las mancomunales.” (2) Además de aquello, ambos autores, nos plantean una premisa relevante sobre los anarquistas, o más bien sobre el movimiento anarquista (3) , que éste “fue esencialmente criollo” (4) a diferencia del argentino, el cual estuvo fuertemente marcado por la presencia de inmigrantes ácratas, los cuales venían escapando de la justicia burguesa desde diferente partes del viejo mundo, Europa.
Marcelo Segall, un militante del partido socialista, con ideas trotskistas –como señalara Grez, un socialista trotskisante- , además de ser uno de los representantes de la historiografía marxista clásica chilena, sostuvo que existió “una supuesta actividad anarquista en Chile durante la década de 1870 y 1880.” (5) Ésta supuesta actividad anarquista vendría de la mano de la “llegada a la región de Magallanes de ex comuneros franceses”, sin embargo, ésta tesis no es válida para el historiador Sergio Grez, quien sostiene que eso es parte de la “mistificación” de los ácratas.
“El mito de la influencia ideológica y política de los ex comuneros franceses se desvanece incontinenti a la luz de los hechos y del razonamiento riguroso”. Si bien la llegada a Chile de algunos participantes en la comuna de París no puede ser puesta en duda, ahora tenemos la certeza que su número fue muy modesto y su acción política, prácticamente nula.” (6) Como señala Grez, es indudable el paso de ex participantes de la Comuna de París por Chile, sin embargo “las barreras lingüisticas y culturales que los separaban de los naturales del país (en su mayoría de origen campesino) no podían superarse en tan poco tiempo de estadía (apenas un año y medio). Los extranjeros de espíritu más levantisco debieron abandonar el territorio nacional.” (7) La crítica de Sergio Grez contra la escuela historiográfica marxista clásica no detiene acá, y tampoco descansa solamente en la figura de Marcelo Segall. Grez señala que el historiador comunista Hernán Ramírez Necochea, debido a razones “esencialmente ideológicas” se habría encargado de desdeñar y adulterar la historia del anarquismo chileno. Menos cizaña habrían tenido otros historiadores de la escuela del marxismo clásico, como Luis Vitale, quien señalara que la época del anarquismo chileno comenzó a principios de siglo XX con la creación de las Sociedades en resistencia y las mancomúnales.” (8) A pesar, de que Vitale a diferencia de Ramírez Necochea, no cayó en desprestigiar al anarquismo criollo, “no aportó nada sustantivamente nuevo.” (9) La crítica de Grez con estos autores, y que también se ve reflejada en la obra de Solar junto a Pérez, no es una crítica sediciosa, sino todo lo contrario. La crítica de Grez a la escuela marxista clásica, deviene en que ésta historiografía “hizo escuela”, en el sentido que, sus argumentos fueron “repetidos de manera acrítica y sin investigación propia en varios libros y tesis universitarias que corearon los yerros de Ramírez y Segall, en particular, la supuesta influencia de militantes libertarios en las sociedades de socorro mutuo de tipógrafos de Santiago y Valparaíso durante los años 80 del siglo XIX.” (10)
Para cerrar esta discusión acerca de cómo habría llegado “la idea” (como se le llama a la anarquía) a Chile, veremos cual es la tesis planteada por Grez. Éste autor, lejos de dar un año exacto sobre la aparición del anarquismo o de los ácratas en el territorio nacional, lo sitúa alrededor de dos hechos. La fundación del Partido Democrático en 1887 y la huelga general de 1890. Ambas situaciones, habrían “ayudado” a la aparición de tendencias más radicales, “tanto fuera como al interior de ese partido.” (11) Así es como Grez enmarca la investigación de Peter De Shazo, quien señala que alrededor del año 1891, existían incipientes intentos por difundir el ideario anarquista en el país, a través de contactos aislados.
Hasta acá hemos tratado de sintetizar de manera breve el debate historiográfico, en torno al surgimiento de “la idea” en Chile. Nos parece que el trabajo de Grez es el más serio al respecto debido a dos situaciones principalmente. La primera de ellas, es debido a la utilización de fuentes primarias (diarios de la época, o en el caso para desbaratar el “mito” de Segall, correspondencia entre autoridades de la época), de las cuales carecieron trabajos que siguieron “sagradamente” la línea de la historiografía marxista clásica. La segunda, se debe a que no escribió la historia del anarquismo chileno (ligado al movimiento obrero) con el sesgo ideológico, el cual habría predominado en autores como Ramírez Necochea, lo cual le permitió escribir dicha historia de manera más “libre”.
Una vez aclarado el tema sobre la aparición del anarquismo en Chile, lo que nos interesa es revisar la historia de los anarcos durante la última década del siglo XIX y principios del siglo XX . (12) Sin duda, que no es posible entender la importancia del anarquismo en Chile, durante la última década del siglo XIX y principios del XX, sin entender la situación que se vivía a nivel nacional. El desarraigo que produjo el “disiplinamiento” por parte del Estado con los sectores asociados al campo, la conformación de una incipiente clase obrera que se desarrollaba principalmente en norte del país, asociada a la industria minera del salitre, obtenido por Chile luego de la Guerra del Pacífico, la cuestión social, es decir, el problema de los sectores populares urbanos, los cuales estaban sometidos a condiciones de vida infrahumanas debido a sus condiciones materiales, como la falta de viviendas (o en el caso de haberlas, el hacinamiento era la tónica, además de que se les cobraban precios altísimos para los sectores populares por arrendar viviendas), las falta de servicios urbanos como el agua potable, la escasa salud pública, etc. la represión por parte de la oligarquía chilena para resolver los conflictos sociales, todos estos factores, son el marco en el cual se desarrollan las ideas anarquistas en Chile. Es decir, un clima, por un lado de una baja calidad de vida de los sectores populares; y de una vida ostentosa y tranquila por parte de la oligarquía, las cual se aprovechaba del sudor ajeno, lo cual habría llevado a los anarcos a levantar frases como guerra a toda la oligarquía.
Como señalamos anteriormente, todas las formas de protestas ante el orden establecido, conllevaron a la represión –principal respuesta de la oligarquía frente a la movilización popular- , y sin lugar a dudas el anarquismo representaba un fantasma para la elite, de allí que el discurso de la elite se enfocara en resguardar el orden social. “Por ello que se debe, en consecuencia, desarmar a los trabajadores y reponer la paz social a cualquier precio. De ahí que las principales manifestaciones de resistencia social y política frente al orden burgués, a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, sean enfrentadas con una política represiva de gran violencia”. (13) Y sin duda los “cuadros” anarquistas no escaparon de ello, la cotidianeidad del quehacer político y social de los anarquistas se encontraba marcada por la inseguridad personal que rodeaba a sus líderes y agitadores” (14) , así no es de extrañar que las personas asociadas públicamente a “la idea” fueran seguidas por los aparatos represivos del Estado, como fue en el caso del trinidad del anarquismo chileno, compuesta por Luis Olea, Alejandro Escobar y Carvallo y Magno Espinoza, incansables en su “labor propagandística en periódicos y folletos, así como por su infatigable trabajo como agitadores, participando en prácticamente todas las instancias donde hubiese influencia ácrata.” (15)
A pesar de la represión los círculos anarquistas siguieron funcionando, es así como se levantaban las sociedades de resistencia (de carácter claramente más anarquista que las mutuales y las mancomúnales), centros sociales, bibliotecas populares, difundieron el “vegetarismo, el naturismo, y la homeopatía; la práctica de deportes, ejercicios y todo lo que contribuyera a una vida sana” (16) acciones que más que enmarcarse en el discurso de la acción directa, contribuían a la “ilustración y regeneración popular” (17) tesis que calza con el argumento de Devés, de que esto se debería al carácter del movimiento obrero ilustrado, el cual por encima de las acciones violentas, optó por las acciones ilustrativas, si bien hubo partidarios de la violencia, estos fueron casos aislados. Los anarquistas chilenos tuvieron un discurso mucho más incendiario que sus actos, además, fueron las principales víctimas de la violencia y la represión” (18) Esto último se ve claramente reflejado en las acciones de los anarcos los cuales editaban una gran cantidad de folletos y periódicos, los cuales “además de difundir <>, publicaban poemas, cuentos y novelas cortas.” (19) Dentro de los nombres de algunos periódicos figuraban la Batalla, El Martillo, El Proletario, La Antorcha, La Agitación, El faro, Luz y Vida, El Obrero, etc. (20)
Sin embargo ésta historia de ilustración, no fue la única dentro del anarquismo chileno, si bien había un mínimo común denominador entre los anarquistas que se remetían en el “rechazo al Estado, a una adscripción fervorosa a las ideas de libertad e igualdad entre hombres y mujeres y de representación directa de las personas, sin mediadores ni representantes” (21) existía lo que Harambour a denominado “mas que de “anarquismo” debemos referirnos a “los anarquismos” (22) , esto a fin de explicar que la práctica del anarquismo chileno no se remetía únicamente a una organización que copa el anarquismo, sino que, el anarquismo es interpretado de diferentes maneras, y por diferentes personas. Es así como nos encontramos con dos casos, los cuales queremos utilizar en éste ensayo, con el fin de esclarecer dicha tesis sostenida por Harambour. Los casos son los de Efraín Plaza Olmedo y el de Antonio Ramón Ramón, ambos casos atravesados por la ira y la venganza contra la burguesía y sus representantes.
Plaza Olmedo, fue un carpintero y anarquista –como él mismo se señaló en el juicio, al decir que estaba guiado por sus ideas anarquistas- que salió un día de su casa “con revólver de bolsillo resulto a matar burgueses”, acción llevada a cabo a forma de venganza por “la matanza de obreros de Iquique (…) y la catástrofe en el mineral “El Teniente” esto a fin de “vengar a la clase obrera.” (23) Fue así como un día salió con su revólver al centro de la capital, específicamente en lo que hoy es el Paseo Ahumada, en donde dio muerte a dos jóvenes, puesto que su objetivo no era “matar a un individuo determinado, sino a un burgués cualquiera.” (24) Así mismo declaró no estar ligado a otros anarcos, dado que en algún tiempo trabajó con ellos, sin embargo, “luego dejó de asistir cuando vió que los socios de esas sociedades se contentaban con hablar mal de la clase dirigente, pues él estimaba que solo con medios violentos podía conseguirse remover el estado actual de las cosas.” (25)
El caso de Antonio Ramón Ramón, también está movido por la sed de venganza contra la clase explotadora, sin embargo, a diferencia de Plaza Olmedo, él sí tenía un objetivo en específico: El General Roberto Silva Renard, el cual había dado la orden de la matanza de la escuela de Santa María de Iquique el 21 de diciembre de 1907. Siete años más tarde, en 1914, Ramón Ramón tomaría revancha apuñalando múltiples veces a General Silva Renard “en las proximidades del Parque Cousiño, hoy parque O´Higgins.” (26)
Éstas dos acciones –ligeramente relatadas aquí- dan muestra de la tesis – a nuestro parecer correcta- de Alberto Harambour, de que en Chile no existió el anarquismo, sino los anarquismos, y que éstos podría ser tan variados como personas que predicaran “la idea” (sin embargo, la mayor parte de las veces bajo el mínimo común denominador anteriormente mencionado. Cuando alguno de estos factores se dejaba de lado, era para dejar de lado la idea de la acracia por completo, como lo fue el caso de Alejandro Escobar y Carballo, con su ingreso al Partido Democrático).
A modo de conclusión podemos señalar cuales son la tesis que nos parecen más correctas, y así tratar de vincular las unas con las otras, para tratar de dar una historia más “real” sobre los anarquistas en Chile. Sin duda, el trabajo de Grez marca un antes y un después, dado que señala el vacío dejado por los anteriores historiadores que incursionaron en la historia anarca, y nos logra detallar la génesis y la relevancia del anarquismo en Chile. Sin embargo, la tesis presentada por Alberto Harambour, también es sumamente relevante, dado de que nos muestra de que la praxis de los anarquistas, no era uniforme para todos, por lo cual debemos hablar sobre los anarquismos. Estos dos trabajos –principalmente-, nos dan pie para poder estudiar la verdadera importancia de los anarquistas criollos, en el desarrollo del movimiento popular chileno.

notas:

1 MASSARDO, Jaime. La formación del imaginario político de Luis Emilio Recabarren. Contribución al estudio crítico de la cultura política de las clases subalternas de la sociedad chilena. Santiago: LOM. 2008. pp. 89
2 PÉREZ, Cristian y SOLAR, Felipe. Anarquistas. Presencia libertaria en Chile. Santiago. RIL.2008. pp. 30-31
3 Otro de los autores que utilizaremos (Alberto Harambour) preferiría el término corriente en desmedro de movimiento, dado que no tenía organización para la cual se les pudiera llamar movimiento. Para este autor en Chile habían distintas prácticas de tipo anárquica, por lo cual en Chile habrían habido anarquismos y no anarquismo.
4 Op. Cit. PÉREZ, C, SOLAR, F. pp. 33
5 GREZ, Sergio. Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la idea” en Chile, 1893-1915. Santiago: LOM. 2007. pp. 10
6 GREZ, Sergio. De la “regeneración del pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890). Santiago: RIL. 2007. pp. 531.
7 Ibíd., Pp. 530
8 VITALE, Luis. Contribución a una historia del anarquismo en América Latina. Santiago: Ed. Instituto de Investigación de Movimientos Sociales “Pedro Vuskovic”. 1998. pp. 26
9 Op. Cit., Grez, pp. 11
10 Ibíd., 25.
11 Op. Cit., Grez, pp. 26.
12 Debido a la extensión de éste ensayo, sólo pasaremos superficialmente por la historia de los anarquistas. Además que trataremos separadamente a los anarquistas más vinculados al movimiento obrero, que a los anarcoindividualistas, asociados a la acción directa contra la burguesía: Casos de Plaza Olmedo y Ramón Ramón.
13 GOICOVIC, Igor. El discurso de la violencia en el movimiento anarquista chileno (1890-1910). Revista de historia social y de las mentalidades. 2003. Nª7. 41-56. Pp. 53
14 Ibíd.
15 Op. Cit., SOLAR y PÉREZ. Pp. 33
16 Ibíd. Pp.32
17 Op. Cit., GREZ. Pp. 79
18 Op Cit. PÉREZ y SOLAR. Pp. 38
19 Ibíd. Pp. 37
20 Todos los periódicos acá nombrados fueron fundados entre los años 1887 y 1915.
21 Op. Cit., GREZ. Pp 19.
22 HARAMBOUR, Alberto. “Jesto y palabra, idea y acción”. La historia de Efraín Plaza Olmedo, en Colectivo Oficios Varios, Arriba quemando el sol. Estudios de historia social chilena: Experiencias populares de trabajo, revuelta y autonomía (1830-1940). Santiago: LOM. 2004. pp. 190
23 Ibíd., Pp. 137.
24 Ibíd., Pp. 157.
25 Ibíd.,
26 GOICOVIC, Igor. Entre el dolor y la ira. La venganza de Antonio Ramón Ramón. Chile, 1914. Osorno: Universidad de Los Lagos. 2005. pp. 25

Bibliografía.
1) GOICOVIC, Igor. El discurso de la violencia en el movimiento anarquista chileno (1890-1910). Revista de historia social y de las mentalidades. 2003. Nº7. 41-56.
2) GOICOVIC, Igor. Entre el dolor y la ira. La venganza de Antonio Ramón Ramón. Chile, 1914. Osorno: Universidad de Los Lagos. 2005.
3) GREZ, Sergio. Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la idea” en Chile, 1893-1915. Santiago: LOM. 2007.
4) GREZ, Sergio. De la “regeneración del pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890). Santiago: RIL. 2007
5) HARAMBOUR, Alberto. “Jesto y palabra, idea y acción”. La historia de Efraín Plaza Olmedo, en Colectivo Oficios Varios, Arriba quemando el sol. Estudios de historia social chilena: Experiencias populares de trabajo, revuelta y autonomía (1830-1940). Santiago: LOM. 2004.
6) MASSARDO, Jaime. La formación del imaginario político de Luis Emilio Recabarren. Contribución al estudio crítico de la cultura política de las clases subalternas de la sociedad chilena. Santiago: LOM. 2008.
7) PÉREZ, Cristian y SOLAR, Felipe. Anarquistas. Presencia libertaria en Chile. Santiago. RIL.2008
8) VITALE, Luis. Contribución a una historia del anarquismo en América Latina. Santiago: Ed. Instituto de Investigación de Movimientos Sociales “Pedro Vuskovic”. 1998.

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